Archivo de febrero 2010

Enormes escalones

Esto fue un sueño que tuve y que quiero compartir.
Me encontraba frente a Monzón, el Edificio de matemáticas de la Universidad de la cual me gradué. Pero la estructura había sido modificada un poco; tenía en su lado derecho unas escaleras cuyos escalones eran enormes. Tan enormes como los escalones de las pirámides. Esa es la única comparación que se me ocurre. Personas trataban de subirlos de maneras diversas. Algunos usaban equipos de asistencia, otros lo intentaban junto a otras personas y otros iban poco a poco solos.
Tocaba mi turno. Intenté de todo y no podía subir el escalón. Me sentía agotada, con el sudor corriéndome por el cuerpo y en la mente todo tipo de pensamientos. Todo tipo, algunos de fracaso, otros de perseverancia. Pensaba que tenía que subir rápido y que lo lograría de cualquier modo. Dejé de intentarlo y me fui a idear la manera de llegar al último escalón.
Le di vueltas al edificio, silenciosamente me metí por cada recoveco hasta que di con un elevador. Decía muy claro: «Prohibido el paso», pero no me importó en lo más mínimo y me trepé. Sentí un alivio verdaderamente tremendo. Me sentía ingeniosa y valiente. Pero para cuando llegué arriba y se abrió la puerta una persona me estaba esperando. Se montó en el elevador y me dijo: «Por aquí no puedes subir. Tienes que ir por las escaleras». Bajó conmigo y me mostró las escaleras. Me dijo que observara y eso hice. Observé y vi a un joven que venía corriendo para coger impulso. Tenía  las piernas fuertes y largas como de atleta y subía los escalones a toda prisa. Cuando iba a llegar al último escalón, algún problema de precisión o cansancio culminó con su carrera. Chocó su frente contra el escalón y se cayó hasta tocar el piso. En ese entonces, la persona que estaba junto a mi, me dijo que no importaba cuanto me tardara en subir, solo tenía que subir.
Esforcémonos para recibir nuestro premio  –  1 Corintios 9: 24-27 (BLS)
Ustedes saben que, en una carrera, no todos ganan el premio sino uno solo. Y nuestra vida como seguidores de Cristo es como una carrera, así que vivamos bien para llevarnos el premio.  Los que se preparan para competir en un deporte, dejan de hacer todo lo que pueda perjudicarles. ¡Y lo hacen para ganarse un premio que no dura mucho! Nosotros, en cambio, lo hacemos para recibir un premio que dura para siempre.  Yo me esfuerzo por recibirlo. Así que no lucho sin un propósito.   Al contrario, vivo con mucha disciplina y trato de dominarme a mí mismo. Pues si anuncio a otros la buena noticia, no quiero que al final Dios me descalifique a mí.

Victimarios y Testigos

Victimario = homicida
Testigo = persona que presencia un crimen
Ante la injusticia, la línea entre ser un victimario y un testigo es muy fácil de cruzar. Dependiendo de la conciencia moral de cada cual, nos ubicamos a un lado o al otro de estos términos. Igualmente depende de cómo percibimos si una acción es injusta o si solemos ponerle grados de importancia diciendo, esto es más o menos injusto que aquello midiendo las consecuencias.
A parte, también medimos las consecuencias a base de nuestros propios criterios. Juzgamos según lo que conocemos, discernimos a base de nuestras experiencias. En otras palabras, por más objetivos y neutrales que pretendamos ser, miramos solo desde nuestro ángulo. De cualquier forma, ¿qué otros criterios vamos a usar, si son los únicos que tenemos?
Es necesario, que podamos tener en mente esa limitación a la hora de toparnos ante una injusticia para no hacernos copartícipes con ella. Dios quien ve todos los ángulos, conocedor de la verdad y la verdad en si misma puede abrir nuestro entendimiento a través de su palabra.
Tratando la Injusticia con Liviandad
Recordemos la historia de los hijos de Eli (1 Samuel 2:12-36)
Los hijos de Eli despreciaron las ordenanzas de Dios y pecaron contra El y Eli siendo testigo de las injusticias de sus hijos les advirtió que no continuaran con su proceder.
«Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán, mas si alguno pecare contra Jehová, quién rogara por El? Pero ellos no oyeron la voz de su padre…»
Más adelante Dios le habla a Eli, de la siguiente manera:
«¿Por qué habéis hollado mis sacrificios y mis ofrendas, que yo mandé ofrecer en el tabernáculo; y has honrado a tus hijos más que a mí, engordándoos de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel? Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco.»
¿Soy yo culpable del error de otros, solo por ser testigo de ello? Es muy probable que muchos de nosotros no encontráramos culpable a Eli. Quizás, este no es el mejor ejemplo para hoy, que disfrutamos de la gracia, pero puede ayudarnos a recordar situaciones en las que la corrección se ha echado a un lado, la compasión se ha transformado en indiferencia piadosa y los padres, esposos, hijas y pastoras no usan sus máximos esfuerzos para hacer valer las ordenanzas de Dios en sus vidas.
Siendo muy severos con el prójimo
Mateo 23:1-36 es todo un grito de Dios contra la injusticia. Aquí se denuncia a los fariseos y a los escribas como victimarios:
«Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.»
«!!Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.»
«!!Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?»
Los fariseos y los escribas eran conocedores de la ley y eran muy severos a la hora de hacer que otros la cumpliesen. Para ellos no era difícil levantar la voz en contra de la injusticia, todo lo contrario. Excepto cuando se trataba de ellos mismos. No por desconocimiento, porque al igual que todos nosotros, ellos también eran conocedores de las intenciones de su corazón. ¿O acaso no sabemos, no tenemos idea de nuestro mal proceder? Los fariseos y los escribas que denuncia Jesús en este pasaje eran testigos de su propios delitos.  De nada les servía disciplinar a los demás teniendo como deber hacer cumplir la justicia para si mismos primero.
   «Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti,
Y no consintieres que more en tu casa la injusticia, entonces levantarás tu rostro limpio de mancha,
Y serás fuerte, y nada temerás…»
Job 11: 14-15

La Dinámica del Amor

La Dinámica del Amor es cuando utilizamos todas nuestras fuerzas para movernos en dirección del bienestar del otro aun conociendo sus debilidades y errores, sin importar cuánto nos pueda costar.

» En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados» 1 Juan 4:10

La Linterna

Esta es una de las pocas, si no la única, experiencia «sobrenatural»(según yo) que  he tenido.  Una noche mi mamá me despertó  a las 3 am porque mi hermana no conseguía quién la trajera a casa. Me pidió que la acompañara a buscarla. Ella se encontraba en un quinceañero en un barrio de mi pueblo a unos 15 minutos de nuestra casa.  No tenía muchas ganas de ir, ¿quién quería interrumpir su sueño para eso? Pero no pude negarme. Para ese entonces, mami tenía un auto viejo (hatchback creo que se llamaba).  Como era tan vieja tenía algunos desperfectos mecánicos. Uno de ellos era que los focos traseros estaban fundidos.
Al llegar, notamos que la casa estaba bastante llena. Cuando mi hermana salió, a casi todo el mundo le dio por salir también. Lo que congestionó la salida hacia la avenida principal.  Llevábamos rato esperando, mami loca por salir de allí, vio un camino estrecho que daba en sentido contrario al tráfico. Mencionó que sabía llegar a casa por ese camino. Le pregunté si estaba segura y aunque me contestó que sí, no me convenció. Pero como ella llevaba toda la vida en el mismo pueblo y estaba un poco molesta, no le insistí.
El camino no tenía alumbrado y se veía algo extraño. Unos cuantos minutos adentro, comenzamos a sentir un ruido extraño, así como manada de elefantes en la selva.  A lo lejos se veían un montón de toros cebú (me dijo mi abuelo que se llaman así cuando tienen joroba) que venían a paso ligero en dirección nuestra. Los toros esos no se detenían, como si pretendieran pasarnos por encima.
Mami temblaba del miedo tratando de dar reversa pero como les mencioné, el auto no tenía luces traseras y como el camino no tenia alumbrado; lo que se veía era la boca del lobo. En realidad no recuerdo si el camino tenía alguna curva pero mami cuando daba reversa, quizás por el nerviosismo, no lograba salir del callejón. Daba reversa un poco y chocaba con la cerca del lado derecho, daba para atrás otra vez y chocaba con la cerca del lado izquierdo.  A todo esto, los toros no se detenían, ya casi estaban encima de nosotras.

Llevaba poco tiempo en la iglesia y pensaba que no sabía orar. Le dije a Dios en voz alta: “No se orar bien Señor, pero por favor manda tus ángeles que nos  guarden”. Eso lo había escuchado de la gente de la iglesia. Entonces fue que vi la linterna. Un tipo de ropa y sombrero blanco con una linternita en la mano, les pasó por el frente a los bueyes. Solamente eso, no nos miró ni nada. Solo pasó frente a los bueyes y estos le siguieron.
Quizás a Don Juan del Pueblo le gusta vestirse de blanco y le suele dar un paseo a sus bueyes a las 3 am.  De todos modos si hubiese estado vestido de otro color, me hubiese impresionado igual.  Casualidad o no, Dios nos guardó y yo estaba feliz porque oyó mi oración.

«Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos»

Salmo 91:11

Aviso de terremoto

«[…] fue grande la ruina de aquella casa»

Haití sufrió este último mes, el desastre más terrible que han visto los ojos de esta generación. No recuerdo en mis años de vida una catástrofe como esa. Prácticamente Haití está en ruinas y todo el Caribe está alertado.  Ante una sacudida como la ocurrida todos los edificios se desploman. Como pasó en Haití puede ocurrir en cualquier otro lugar del Caribe.  En esos días, entrevistaron en las noticias, un especialista que analiza nuestra situación geográfica respecto a las placas tectónicas y las construcciones de la isla.

Una casa o un edificio pueden parecer bien construidos y sin embargo tener muchos desperfectos; empozamiento de agua en el techo, huecos alrededor de las ventanas, desnivel en las puertas, entre otras. Con un poco de inspección podemos ver esos vicios y buscar soluciones.

Pero, los cimientos no pueden observarse a simple vista.
Dice: Lucas 6: 46-49

«…el que oyó [las palabras del Señor] y no lo hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre la tierra, sin fundamento…»

Oyó y sin dificultad construyó a simple vista, una buena casa. A diferencia de aquel que:

«cavo y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover…»

Cavar y ahondar sobre una roca, no debe ser tarea muy sencilla. Imagino el sudor, los dolores, golpes y hasta lágrimas que puede costar. Con todo y eso, cavar y ahondar sobre la roca le aseguró su casa.  Para que no sea grande la ruina de nuestra casa, debemos analizar nuestros cimientos.  Afirmar, sostener, arraigar, cimentar nuestra casa depende no solo de oír sino de hacer las palabras del Señor.

Y ese «hacer» es a veces tan duro como cavar y ahondar en la roca.

Efesios 3:14-21

«para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender…cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios»

«…para que habite Cristo… a fin de …» A fin de que podamos llevar a cabo tan difícil tarea,  Cristo debe habitar en nuestros corazones.

Dicen popularmente que hay que convivir para conocerse, que el amor se prueba bajo el mismo techo. Dicen que en la casa somos quienes realmente somos. No conocemos a quien vive bajo nuestro techo si cuando llegamos a la casa nos encerramos en nuestro cuarto y solo salimos para comer pollo e ir al inodoro. Vivir bajo el mismo techo de Jesús, nos desnudará delante de Dios y con la convivencia, lo conoceremos.

¿Nos amará Jesús lo suficiente para no abandonar nuestra casa? ¿Amaremos lo suficiente a Jesús para no tratar de echarle?

Ciertamente, Jesús no nos abandonará, procurará que le conozcamos y en la convivencia aprenderemos a ser como El es. Jesús no permitirá que su propia casa se convierta en ruinas cuando embista el «terremoto». En Haití, mas allá de lo que nuestros ojos puedan ver, cientos de casas, construidas sobre la roca, no fueron destruidas y cantan Aleluya a Jehová!

Dios no solo quiere habitar y ordenar tu vida, también quiere compartir contigo

Las 7 Marcas de la Persona Sabia

Date una puntuación del 1-10 en cada marca y auto-evalúate

  1. Confía en Dios
  2. Camina en relaciones saludables
  3. Busca el consejo de Dios
  4. Habla cuidadosamente
  5. Ejercita el dominio propio
  6. Maneja sus recursos
  7. Mantiene el balance

 

por Mark Matlock  de Real World Parents 

Equilibrio -Cumbre Nacional de Líderes de Jóvenes

Especialidades Juveniles, 30 de enero de 2010

Universidad Interamericana de Bayamón